Un riesgo del agobiante verano...
EL AGUA
El agua es el determinante respecto del asentamiento y crecimiento de las poblaciones en un territorio. Sin este líquido no viviríamos más de 10 días y no crecerían animales ni cultivos, por lo que sería imposible obtener alimentos.
Nuestro cuerpo tiene una composición de agua y sales que, si queremos cuidar nuestra salud, debemos preservar. El agua es el mayor componente del cuerpo. Varía según la proporción de músculo y tejido adiposo, alcanzando cerca del 55% del peso corporal. Se encuentra ampliamente distribuido en músculos, piel, huesos, riñones, saliva y jugos gástricos, dentro y fuera de cada una de nuestras células. Tiene acción directa en la regulación de la temperatura corporal. Proporciona el medio para que la célula produzca, almacene y utilice energía. Es esencial para los procesos de digestión y absorción, tanto como para eliminar desechos metabólicos. El agua es de carácter funcional, está continuamente en uso y no constituye una reserva, no existe un depósito, por lo tanto las cantidades que se pierden deben reponerse inmediatamente.
Si bien el agua corporal permanece relativamente constante, el organismo dispone de mecanismos que le advierten sobre desequilibrios de su “medio interno”, entre ellos la ¨sed¨, que es el primer síntoma de la deshidratación. Esta sobreviene ante un disbalance entre el ingreso y egreso de agua al organismo; puede darse por disminución de la ingesta o aumento de las pérdidas.
Las pérdidas pueden dividirse en “sensibles”, orina y heces, e “insensibles” que son aquellas que no percibimos ni cuantificamos fácilmente, como el sudor por la piel y el vapor de agua eliminado en cada expiración.Por ello es fundamental prevenir la deshidratación bebiendo la cantidad suficiente. El agua puede ingerirse como tal, en infusiones, jugos y también como parte de los alimentos. Sin duda, leche, frutas y vegetales frescos son los que más aportan (80-90% de su peso es agua). Ciertos grupos poblacionales deben tener mayor precaución, ya que pueden deshidratarse fácilmente.
GOLPE DE CALOR Y DESHIDRATACION
Son comunes con las altas temperaturas del verano. Sus síntomas son sed, dolor de cabeza, la sensación de tener la boca “pastosa” y sudar en exceso. Es frecuente que con la llegada de las altas temperaturas veraniegas se consulte con mayor frecuencia por los “golpes de calor”.
El golpe de calor es un cuadro de deshidratación. Lo que ocurre a nivel orgánico es que el cuerpo generalmente tiene que perder agua para poder perder calor.
Existen dos grupos de riesgo más propensos a sufrir golpes de calor: los ancianos y los niños. Los síntomas de la deshidratación son similares para todos: sed, dolor de cabeza, la sensación de tener la boca “pastosa” y sudar en exceso. En los ancianos y en los bebés, se agrega además hipoactividad, pérdida de la iniciativa y aletargamiento.
En los ancianos, la edad deteriora la sensibilidad del centro de la sed. Es decir, son menos sensibles a sentir sed. Además, es normal que los ancianos tengan un cierto deterioro cognitivo, con esto pierden iniciativa, aunque sientan sed no van a ir a buscar líquidos. Por ende, cuando comienzan los síntomas es tarde.
El cuerpo tiene mecanismos de compensación que reponen el agua si la pierde. Cuando las personas añosas tienen otros síntomas diferentes de la sed, como pueden ser dolores de cabeza, mareos, inestabilidad en la marcha o quedarse dormidos ya es tarde: el cuerpo perdió hasta cuatro o seis litros de más.
Además, producto de la vejez, se pierden los mecanismos de conservación del calor. Nosotros tenemos una temperatura constante que suele ser de 36 grados, y la mantenemos merced a un montón de mecanismos como la acción muscular, la transpiración, y la circulación sanguínea. Estos funcionan mal en los ancianos lo que los hace susceptibles a tener períodos de hipotermia durante el invierno y tener problemas de deshidratación e infecciones con el calor en verano.
Es frecuente ver a los abuelos y abuelas demasiados abrigados incluso con altas temperaturas: se abrigan no porque sientan frío necesariamente sino porque están desadaptados al clima.
Se recomienda vestirse con ropas claras, livianas y holgadas; evitar la ingesta de alcohol y las aglomeraciones; beber mucho agua (hasta 3 litros por día) y comer alimentos ricos en potasio para evitar la pérdida de líquidos corporales.
Debemos tener en cuenta que existen momentos previos a la deshidratación, donde estamos poniendo a prueba nuestro organismo.Las personas que permanecen muchas horas fuera de casa y descuidan su hidratación, muy probablemente al final del día noten la piel seca y la orina oscura. Esto no es ni más ni menos que un llamado de atención, nuestro cuerpo está pidiendo agua…Recordar que no debemos esperar a sentir sed para beber líquido, porque cuando la sed se hace presente, ya nos encontramos en el primer estadío de la deshidratación.
El golpe de calor es un cuadro de deshidratación. Lo que ocurre a nivel orgánico es que el cuerpo generalmente tiene que perder agua para poder perder calor.
Existen dos grupos de riesgo más propensos a sufrir golpes de calor: los ancianos y los niños. Los síntomas de la deshidratación son similares para todos: sed, dolor de cabeza, la sensación de tener la boca “pastosa” y sudar en exceso. En los ancianos y en los bebés, se agrega además hipoactividad, pérdida de la iniciativa y aletargamiento.
En los ancianos, la edad deteriora la sensibilidad del centro de la sed. Es decir, son menos sensibles a sentir sed. Además, es normal que los ancianos tengan un cierto deterioro cognitivo, con esto pierden iniciativa, aunque sientan sed no van a ir a buscar líquidos. Por ende, cuando comienzan los síntomas es tarde.
El cuerpo tiene mecanismos de compensación que reponen el agua si la pierde. Cuando las personas añosas tienen otros síntomas diferentes de la sed, como pueden ser dolores de cabeza, mareos, inestabilidad en la marcha o quedarse dormidos ya es tarde: el cuerpo perdió hasta cuatro o seis litros de más.
Además, producto de la vejez, se pierden los mecanismos de conservación del calor. Nosotros tenemos una temperatura constante que suele ser de 36 grados, y la mantenemos merced a un montón de mecanismos como la acción muscular, la transpiración, y la circulación sanguínea. Estos funcionan mal en los ancianos lo que los hace susceptibles a tener períodos de hipotermia durante el invierno y tener problemas de deshidratación e infecciones con el calor en verano.
Es frecuente ver a los abuelos y abuelas demasiados abrigados incluso con altas temperaturas: se abrigan no porque sientan frío necesariamente sino porque están desadaptados al clima.
Se recomienda vestirse con ropas claras, livianas y holgadas; evitar la ingesta de alcohol y las aglomeraciones; beber mucho agua (hasta 3 litros por día) y comer alimentos ricos en potasio para evitar la pérdida de líquidos corporales.
Debemos tener en cuenta que existen momentos previos a la deshidratación, donde estamos poniendo a prueba nuestro organismo.Las personas que permanecen muchas horas fuera de casa y descuidan su hidratación, muy probablemente al final del día noten la piel seca y la orina oscura. Esto no es ni más ni menos que un llamado de atención, nuestro cuerpo está pidiendo agua…Recordar que no debemos esperar a sentir sed para beber líquido, porque cuando la sed se hace presente, ya nos encontramos en el primer estadío de la deshidratación.
RECORDAR: ¿Cuánto y cuándo debemos tomar líquidos?
En todo momento, lo que indique nuestra sed (y un vaso más), dos a tres litros por día (incluyendo leche, jugos, caldos e infusiones como té, mate, tisanas, etc) es suficiente y, aunque puede parecer exagerado, es una meta fácil de alcanzar si adquirimos el hábito.
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