Al.: Hysterie. Fr.: hystérie. Ing.: hysteria. It.: isteriz. o isterismo. Por.: histeria.
Es una clase de neurosis que ofrece cuadros clínicos muy variados.
Es una clase de neurosis que ofrece cuadros clínicos muy variados.
Las dos formas sintomatológicas mejor aisladas son la histeria de conversión, en la cual el conflicto psíquico se simboliza en los más diversos síntomas corporales, paroxísticos (ejemplo: crisis emocional con teatralidad) o duraderos (ejemplo: anestesias, parálisis histéricas, sensación de «bolo» faríngeo, etc.), y la histeria de angustia, en la cual la angustia se halla fijada de forma más o menos estable a un determinado objeto exterior (fobias).
En la medida en que Freud descubrió en la histeria de conversión rasgos etiopatogénicos fundamentales, el psicoanálisis logró relacionar con una misma estructura histérica diversos cuadros clínicos que se traducen en la organización de la personalidad y el modo de existencia, Incluso en ausencia de síntomas fóbicos y de conversiones manifiestas.
La especificidad de la histeria se busca en el predominio de cierto tipo de Identificación, de ciertos mecanismos (especialmente la represión, a menudo manifiesta) y en el afloramiento del conflicto edípico que se desarrolla principalmente en los registros libidinales fálico y oral.
La noción de enfermedad histérica es muy antigua, puesto que se remonta a Hipócrates. Su delimitación ha seguido los avatares de la historia de la medicina. Acerca de este punto sólo podemos remitir al lector a la abundante literatura existente sobre el tema.
A finales del siglo XIX, especialmente por influencia de Charcot, pasó a primer plano el problema planteado por la histeria al pensamiento médico y al método anatomo-clínico imperante. De un modo muy esquemático, puede decirse que se buscó la solución en dos direcciones: por una parte, ante la ausencia de toda lesión orgánica, atribuir los síntomas histéricos a la sugestión, a la autosugestión, o incluso a la simulación (línea de pensamiento que será recogida y sistematizada por Babinski); por otra, conceder a la histeria la denominación de enfermedad como las otras, tan definida y precisa en sus síntomas como, por ejemplo, una afección neurológica (trabajos de Charcot). El camino seguido por Breuer y Freud (y, desde otro punto de vista, por Janet) les condujo a superar esta oposición.
Al igual que Charcot, cuya influencia sobre Freud es bien conocida, éste considera la histeria como una enfermedad psíquica bien definida, que exige una etiología específica. Por otra parte, intentando establecer el «mecanismo psíquico», se adhiere a toda una corriente que considera la histeria como una «enfermedad por representación».
Ya es sabido que el hallazgo de la etiología psíquica de la histeria corre pareja con los principales descubrimientos del psicoanálisis (inconsciente, fantasía, conflicto defensivo y represión, identificación, transferencia, etc.).
Después de Freud, los psicoanalistas no han dejado de considerar la neurosis histérica y la neurosis obsesiva como las dos vertientes principales del campo de las neurosis, lo cual no implica que, como estructuras, puedan combinarse en un determinado cuadro clínico. Freud relacionó con la estructura histérica y denominó histeria de angustia a un tipo de neurosis cuyos síntomas más destacados son las fobias.
En la medida en que Freud descubrió en la histeria de conversión rasgos etiopatogénicos fundamentales, el psicoanálisis logró relacionar con una misma estructura histérica diversos cuadros clínicos que se traducen en la organización de la personalidad y el modo de existencia, Incluso en ausencia de síntomas fóbicos y de conversiones manifiestas.
La especificidad de la histeria se busca en el predominio de cierto tipo de Identificación, de ciertos mecanismos (especialmente la represión, a menudo manifiesta) y en el afloramiento del conflicto edípico que se desarrolla principalmente en los registros libidinales fálico y oral.
La noción de enfermedad histérica es muy antigua, puesto que se remonta a Hipócrates. Su delimitación ha seguido los avatares de la historia de la medicina. Acerca de este punto sólo podemos remitir al lector a la abundante literatura existente sobre el tema.
A finales del siglo XIX, especialmente por influencia de Charcot, pasó a primer plano el problema planteado por la histeria al pensamiento médico y al método anatomo-clínico imperante. De un modo muy esquemático, puede decirse que se buscó la solución en dos direcciones: por una parte, ante la ausencia de toda lesión orgánica, atribuir los síntomas histéricos a la sugestión, a la autosugestión, o incluso a la simulación (línea de pensamiento que será recogida y sistematizada por Babinski); por otra, conceder a la histeria la denominación de enfermedad como las otras, tan definida y precisa en sus síntomas como, por ejemplo, una afección neurológica (trabajos de Charcot). El camino seguido por Breuer y Freud (y, desde otro punto de vista, por Janet) les condujo a superar esta oposición.
Al igual que Charcot, cuya influencia sobre Freud es bien conocida, éste considera la histeria como una enfermedad psíquica bien definida, que exige una etiología específica. Por otra parte, intentando establecer el «mecanismo psíquico», se adhiere a toda una corriente que considera la histeria como una «enfermedad por representación».
Ya es sabido que el hallazgo de la etiología psíquica de la histeria corre pareja con los principales descubrimientos del psicoanálisis (inconsciente, fantasía, conflicto defensivo y represión, identificación, transferencia, etc.).
Después de Freud, los psicoanalistas no han dejado de considerar la neurosis histérica y la neurosis obsesiva como las dos vertientes principales del campo de las neurosis, lo cual no implica que, como estructuras, puedan combinarse en un determinado cuadro clínico. Freud relacionó con la estructura histérica y denominó histeria de angustia a un tipo de neurosis cuyos síntomas más destacados son las fobias.
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